SONIDOS A GOLPE DE BATUTA

Con solo agudizar los oídos escucho el murmullo de esa fuente alta e inagotable, que infatigablemente se rinde a los temporales y resiste a las sequías. 


También ese tumultuoso río que surge casi desde el mismísimo cordal, a base de nevero inconsistente. Emana y fluye, gota a gota, juntándose con otros arroyos y regatos que al unirse, tapizan de sórdida fuerza el empuje del agua buscando un valle, para luego enlazar con otro, y luego otro…


Escucho el sonido metálico de la piedra contra el cuadro, doloroso al principio, pero que al final se torna banal por cotidiano. Suena después el éxtasis infinito cuando la bici no se detiene, cuando todo sale, cuando se es capaz de franquear todos los obstáculos que con inverosimilitud, secundan el sendero.


A renglón seguido vibra en el ambiente el sonido de la risa nerviosa, el del tomar aire, y el crujido posterior al volver todo a su sitio. Un crujido que no suena mal, que se une a la sonrisa abierta y al mirar hacia arriba, queriendo atisbar dónde se oculta el inicio de este verdadero concierto colgado entre valles, bajo farallones donde resuenan todos estos bellos acordes de música, hecha con múltiples instrumentos, pero con una sola batuta que todo lo dirige de manera armónica: la propia naturaleza.

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